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El nuevo Pixel 4 trae como novedades una pantalla de 90 Hz, el reconocimiento de voz local, el nuevo desbloqueo facial y Motion Sense, un radar minúsculo que permite controlar el móvil con gestos.

Pixel 4: un buen móvil a un precio difícil de justificar

El nuevo Pixel 4 trae como novedades una pantalla de 90 Hz, el reconocimiento de voz local, el nuevo desbloqueo facial y Motion Sense, un radar minúsculo que permite controlar el móvil con gestos.

Entre los cacharros que probamos en este espacio rara vez se encuentran los móviles de gama más alta porque, para qué engañarnos, no son los que la mayoría de nosotros terminamos comprando. Pero he decidido hacer una excepción debido a que el último Pixel 3a me gustó tanto que quería darle una oportunidad al nuevo Pixel 4, que trae como novedades una pantalla de 90 Hz, el reconocimiento de voz local, el nuevo desbloqueo facial y Motion Sense, un radar minúsculo que permite controlar el móvil con gestos. Eso sí, cuesta en su versión más económica nada más y nada menos que 760 euros. ¿Merece la pena pagarlos? Vamos a verlo.

La caja es esencialmente idéntica a la del Pixel 3a, con una serie de cajas debajo de distintos tamaños encajadas como si fuera un Tetris: manuales, el cable, que es USB-C por los dos lados, un adaptador USB-C a USB normal y un cargador con entrada USB-C.

Pero vamos a lo importante. Empecemos por el diseño. Google ha decidido abandonar el doble tono en la parte trasera que mantenía desde su primer modelo para ofrecer un panel de cristal limpio que sólo rompe el módulo cuadrado de las cámaras, que queda bastante bien, aunque sobresale un poco, haciendo bailar el móvil si lo dejamos boca arriba. Al ser cristal y negro brillante, esta parte trasera adora las huellas, para las que no existe lector. Existen otros dos modelos en colores blanco y naranja mate que, al menos por las fotos, a mí me convencen más y que sospecho disimularían mejor el carácter ácido de las yemas de mis dedos. Los laterales son metálicos con acabado mate y el botón de encendido, blanco, pone la única nota de color. Por lo demás, brilla por su ausencia el conector de auriculares o que la bandeja permita una segunda SIM o tarjeta microSD. El frontal ha optado por prescindir del notch debido a que dispone de tantos sensores para el reconocimiento facial y Motion Sense que tendría que ser tan grande como el del iPhone y, para poner una cosa tan fea, en mi opinión mejor es ponerle un marco más grande por encima de la pantalla. Por debajo, en cambio, es muy estrecho, lo que lo hace asimétrico. Estéticamente es discutible, pero es verdad que de este modo es tan sencillo distinguir entre arriba y abajo como en Downton Abbey. Además, aunque ahora el altavoz superior lo tenemos de frente y el de abajo en al lateral, lo cierto es que suena muy bien tanto para escuchar música y películas como para hablar en modo altavoz. Cuenta con carga inalámbrica y resistencia al polvo y el agua cumpliendo el estándar IP68.

En las tripas nos encontramos el Snapdragon 855, que es casi el procesador más potente y caro de Qualcomm, 6 gigas de RAM que no son lo más grande que nos podamos encontrar pero sí le permiten desenvolverse con la soltura que los 4 gigas de los Pixel 3 y 3A no ofrecían. Ofrece opciones de 64 y 128 gigas de almacenamiento y la pantalla es OLED de 5,7 pulgadas, con brillo más que suficiente para exteriores y tasa de refresco de 90Hz: una de las novedades que trae y que, sinceramente, un usuario normal notará poco, quizá en que el scroll es más suave. Además, para ahorrar batería, Google ha incorporado una optimización supuestamente inteligente que la pone en los normales 60Hz cuando no es necesario, pero es tan agresiva que estás casi siempre a 60Hz. La corrección llegará este mes de noviembre, según han prometido.

Llegamos así a su punto sin duda más débil: la batería. Con 2.800 mAh, a poca tralla que le des no llega al final del día. Como pude experimentar en mis propias carnes con el 3A, el problema seguramente sea menor con el modelo XL, con 3700 mAh para una pantalla de 6,3 pulgadas. En cualquier caso no parece aceptable que por estos precios la vida de la batería esté tan ajustada. Es cierto que puedes alargarla eliminando características, pero ¿para qué gastar más en un móvil si luego tienes que quitarle lo que lo hace especial porque la batería no alcanza?

Una de esas características es Motion Sense. Consiste en un radar minúsculo, del tamaño de otros sensores como los de infrarrojos que trae en el frontal, que dibuja como una burbuja invisible alrededor del móvil dentro de la cual puede detectar movimientos con gran precisión. Es algo novedoso y que promete mucho pero que luego en la práctica tampoco es para tanto. Y es que los únicos gestos que reconoce por el momento son los de pasar la mano a izquierda y derecha para saltar la canción, silenciar el tono de llamada o aplazar la alarma unos minutos al pasar la mano por encima cuando suene. Y ya está. Como sucede con el optimizador de la pantalla, parece que Google ha decidido que aún no tienen el software suficientemente depurado como para añadir más. Y es que lo más complicado, según la compañía, es distinguir entre gestos intencionados y casuales. De hecho, el sistema a veces peca de prudente y si no haces el gesto bien no funciona.

Motion Sense también sirve para que la pantalla “siempre encendida” con la hora y la canción que esté sonando en ese momento se apague cuando detecta que no hay nadie cerca mirando y, por el contrario, cuando ve que el móvil se está acercando a una cara encienda el sistema de reconocimiento facial para que se desbloquee el móvil a una velocidad, la verdad, bastante impresionante. Los primeros días puede que no nos salga bien el gesto y coloquemos el móvil de forma incorrecta para que se desbloquee, de modo que tendremos que pulsar el botón de encendido para que lo intente de nuevo, pero después de una semana ya casi no sucede. El sistema no confunde nuestra cara con una foto nuestra y funciona bien con gafas puestas; en definitiva, parece estar al nivel del Face ID de Apple. Salvo en un detalle, y es que se puede usar con los ojos cerrados, algo que puede permitir a alguien cercano desbloquearlo mientras dormimos. Google ha prometido arreglarlo en unos meses. También.

Otra de las grandes novedades es que el o los chips de inteligencia artificial que incorpora no sólo dedican su atención a la cámara sino también al sonido. El objetivo ha sido que el reconocimiento de voz se realice en el propio dispositivo, en lugar de pedir ayuda a la nube de Google, con toda la lentitud y las preocupaciones que esto conlleva. Esto significa que el asistente nos entiende más rápido y que podamos hacer grabaciones con transcripción automática de lo que se está diciendo. Desgraciadamente, esta función que estoy seguro que haría felices a mis compañeros periodistas está disponible por ahora sólo en inglés. Google ha prometido ir añadiendo nuevos idiomas progresivamente. También.

En cuanto a la cámara, Google ha decidido prescindir de la lente de gran angular para selfis y a cambio ha añadido un zoom de dos aumentos en la parte trasera. Las fotos son de la misma calidad que las de Pixel 3. No he notado grandes diferencias, salvo al hacer zoom, claro. Eso sí, permite personalizar de forma sencilla la luminosidad de las zonas claras y oscuras de las fotografías, aunque generalmente lo que haremos sea estropear lo que hace el Pixel automáticamente, salvo que sepamos lo que hacemos y queramos obtener un efecto concreto. Lo cual, aclaro, no es mi caso. También permite sacar fotos del cielo estrellado, pero eso requiere un trípode, paciencia para esperar unos minutos y un cielo estrellado y, si os soy sincero, carezco de las tres cosas. Que vivo en el centro de Madrid, vamos a ver. En todo caso, si queréis saber más de esta maravillosa cámara os remito a mi análisis del Pixel 3a porque este teléfono disfruta de pequeñas mejoras sobre esa excelente base.

En definitiva, ¿realmente merece la pena el Pixel 4? Teniendo en cuenta que cuesta entre 760 y 1000 euros dependiendo del tamaño y el almacenamiento, yo diría que no. Las mejoras que ofrece están bien, pero muchas de ellas parecen estar a medio desarrollar y son más cosas chulas y molonas que algo que realmente haga falta o solucione un defecto en sus predecesores. Si os soy sincero, lo único que he echado de menos al volver a mi Pixel 3a es el reconocimiento facial, que es comodísimo, para qué decir otra cosa. Igual dentro de unos meses cuando Google solucione todo lo que tiene que solucionar podría cambiar de opinión, pero honestamente no lo creo. Nos vemos en próximos análisis.

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