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No sólo se trata de una de las tecnología más verdes en términos de emisiones, sino que también es la más eficiente en superficie necesaria y de las más seguras.

Las cifras que nos ocultan sobre la energía nuclear

No sólo se trata de una de las tecnología más verdes en términos de emisiones, sino que también es la más eficiente en superficie necesaria y de las más seguras.

Imaginen una manifestación ecologista y en contra de la construcción de más centrales nucleares. Los lemas irán del "¡¡Nuclear, no gracias!!" al "No más Fukushima, no más Hiroshima, no más Nagasaki", "Desactivad esta bomba de relojería". Por supuesto, todo está lleno de camisetas amarillas, rojas y negras. Las fotos en la ropa y en los carteles reproducen una nube enorme de humo, como si acabara de explotar una bomba. Y las pancartas advierten: "Danger" junto al famoso símbolo del trébol radioactivo (que todo hay que decirlo, da mucho miedo... el que lo diseñó sabía lo que se traía entre manos).

Es lógico que a mucha gente le dé miedo. Porque uno ve aquellas fotos de desastres; esos trajes a medio camino entre un buzo y un desactivador de explosivos; aquellos colores que quieren que pensemos en suciedad, peligro, muertes... y no es que quiera acabar con la nuclear, es que quiere irse a su casa, meterse debajo de la cama y no salir más en 10 años. No se pregunta si construir más centrales. Lo único en lo que piensa es en como puede el ser humano haber inventado algo así.

Luego, cuando uno pasea por el entorno de una central real, el contraste no puede ser más llamativo. Naturaleza muy cuidada, riqueza en los municipios vecinos, cero emisiones... Ni siquiera es tan grande o aparatosa como nos pensábamos. ¿Cómo puede haber tanta diferencia entre la retórica política y la realidad? ¿Entre la foto que ilustra la noticia y lo que se esconde tras la misma?

Sobre eso trata esta semana La Pizarra de Domingo Soriano. Nos preguntamos si la energía nuclear se merece el sello verde que le acaba de dar el Parlamento Europeo o si tiene razón nuestra ministra Teresa Ribera, que protestó ruidosamente cuando se anunció aquel cambio de política en la UE. La realidad es que tanto si lo medimos en emisiones, como en daño al medioambiente más cercano o, incluso a las muertes producidas por cada tipo de energía.

Porque, además, Domingo Soriano y Nuria Richart ni siquiera plantean que tenga que ser rentable obligatoriamente construir una central, una inversión muy costosa y que se amortiza en larguísimos períodos de tiempo. Nos conformaríamos con que no lo penalizáramos de forma artificial. Porque necesitamos de la solidez que aporta al sistema eléctrico la fuente más fiable y estable.

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