La escena tiene lugar en una pequeña localidad del Cáucaso. En la oficina de reclutamiento decenas de hombres se enfrentan a la oficial encargada de alistarlos. Cuando les dice que deben luchar por el futuro, le responden que ni siquiera tienen presente. Con protestas o con resignación, la despedida para ir a luchar a una guerra muy lejana se hace dura.
Putin está recolectando hombres desde el Extremo Oriente hasta las grandes ciudades. Miles de personas parten ya hacia el entrenamiento militar previo a la guerra o reciben cartas citándoles para hacerlo próximamente. La retórica belicista del Kremlin, aunque parezca difícil, escala cada día.
El expresidente Medvedev ha asegurado que Rusia ha elegido un camino, que no tiene marcha atrás y que incluye la opción de usar armas nucleares no tácticas sino de largo alcance. Los rusos empiezan a sufrir la guerra en carne propia, también con detenciones: mil cuatrocientas en las últimas horas. Pero hay clases, el hijo del portavoz del Kremlin es cazado en esta broma del equipo de Navalni, el opositor encarcelado. Se hacen pasar por reclutadores y él se niega a acudir a su llamada, dice que lo solucionará "a otro nivel".