La inflación cerró el mes de agosto en el 10,4%, un nivel ligeramente por debajo del 10,8% de julio, pero muy lejos de suponer una tregua de precios como han querido hacer creer algunos medios afines al Gobierno.
Y es que, el IPC lleva desde junio por encima de los dos dígitos. Tres meses consecutivos por encima del 10%, lo que demuestra que el Ejecutivo volvió a fallar cuando aseguraba que el pico de la inflación había llegado en marzo.
Solo con el dato actual de inflación, cualquier ciudadano que tuviera 100.000 euros hace un año en un depósito bancario estándar (sin apenas remuneración) tiene hoy un poder adquisitivo equivalente a solo 89.600 euros. Es decir, la inflación se habría comido en un año la friolera de 10.400 euros del esfuerzo ahorrador de ese particular. Intentar vender estos datos como una moderación es una tomadura de pelo.
Además, hay que tener en cuenta también que, en los próximos meses, nos vamos a encontrar con un espejismo estadístico con el IPC, que el Gobierno seguro aprovechará para su tradicional marketing. Porque el nivel desorbitado de los precios ya se estaba produciendo el año pasado. Vemos que en agosto de 2021, la inflación se disparaba un 3,3%, era la tasa más alta de la ultima década, la antesala de la tormenta inflacionista que estamos viviendo ahora. Y como el IPC de este mes de agosto se compara con el mes de agosto del año pasado, que ya era alto, el número que nos da es ligeramente menor. Aquí está el truco.
Otro de los datos más preocupantes que vemos en este gráfico, es el dato de la inflación subyacente, que es una variable que va más allá que los precios de la energía y que muestra el incremento generalizado de los precios en todas las actividades de la economía. En agosto, la subyacente alcanzó la friolera del 6,4%, lo que supone multiplicar por 9 el dato del año pasado. Y vemos también que desde abril de 2021 no ha dejado de subir sistemáticamente. Ni tregua ni respiro ni moderación de precios.