En el BCN Film Fest de Barcelona se presentaba Culpa, la nueva película de Ibon Cormenzana, productor y director experto en ahondar en los sentimientos humanos ante situaciones límites como vimos recientemente en La cima o años antes en Alegría Tristeza.
Sin embargo, esta vez no le ha salido. En La cima el espectador entiende perfectamente los motivos que llevan a los personajes de Javier Rey y Patricia López Arnáiz a jugarse la vida en la montaña, al igual que en Alegría Tristeza comprende la bajada a los infiernos de Roberto Álamo. El problema de Culpa es la toma de decisiones de la protagonista, víctima de una traumática violación.
En un momento tan duro, Anna (Manuela Vellés) decide aislarse en una cabaña en la montaña. Con pánico a ser incapaz de hacer frente a su situación, pierde la relación con su familia, novio y amigos. La vergüenza, el dolor y la culpa la acompañarán en unos meses en los que odiará su cuerpo y al bebé fruto de dicha agresión sexual.
Andrés Arconada, crítico de Libertad Digital y esRadio, explica que Culpa "me ha decepcionado profundamente" e incluso le ha llegado a "irritar muchísimo". Durante la presentación de la película ante público y crítica el director comentaba que es un experimento. "Los experimentos no deberían llegar al cine", explica, ya que "quita pantallas". Este tipo de experimentos "son dañinos para el público que acuda, desgraciadamente poco, a los cines porque les puede hacer abandonar la sala".
Tras la violación Anna decide aislarse del mundo en una cabaña donde asistiremos "al desquicio total de esta mujer sin que nos den demasiadas explicaciones ante cosas muy evidentes". En la mitad de la película "te preguntas hacia dónde va a conducir este director que salva la película gracias a la interpretación de Manuela Vellés".
La actriz, apunta Arconada, "está magnífica y parece entender muy bien el personaje". Sin embargo, "es una película que no llega ni al debate porque cuando empieza te das cuenta que se caen los argumentos desde el propio principio de esta historia".
En definitiva, considera que estas apuestas arriesgadas "no deberían estrenarse en salas porque no es bueno ni para la película ni para el espectador".