Según el Planetario de Madrid, la bola de fuego pudo verse a las 3.56 horas, aunque "no hay que preocuparse".
Se trataba de una roca procedente de un asteroide, que penetró en la atmósfera a una velocidad de 126.000 km/h.
Se trató de "una bola de fuego que, por el brusco rozamiento con la atmósfera a esa enorme velocidad, se extingue y no llega a impactar". Cada año, recuerdan, caen a la Tierra miles de meteoritos, en concreto, alrededor de 17.000 fragmentos.