Gareth Bale lo ha pasado mal las dos últimas temporadas. El galés, una estrella del fútbol mundial, ha tenido que lidiar con una situación que ningún jugador desea: encontrarse con un entrenador que no te quiere.
Vilipendiado por gran parte del periodismo deportivo español, solía ser utilizado como saco de boxeo cuando un determinado medio de comunicación deseaba vender. Y es que meterse con Bale, vendía. En el Bernabéu, parte de la afición madridista pagaba sus frustraciones con el galés. Aun así, hasta la recta final de temporada, jamás dejó de luchar. Tras el confinamiento por la maldita pandemia del coronavirus, Bale llegó en plena forma. Quería demostrar a Zidane que podía ser muy útil en la recta final. El galo, sin embargo, tenía otros planes.
Profesional de los pies a la cabeza, jamás llegó tarde a un entrenamiento, descuidó su alimentación ni tuvo un solo roce con uno de sus compañeros. De hecho, la temporada pasada, Casemiro y Fede Valverde, dos verdaderos líderes del vestuario merengue, dieron la cara por Gareth.
Tras bloquear el Real Madrid su salida en el último momento la temporada pasada, Bale apretó los dientes y siguió luchando. Pero cuando alguien no te quiere ni tienes su confianza, por mucho que te dé cuatro ratos sueltos, es muy difícil no venirse abajo.
Bale vuelve feliz al Tottenham. Vuelve a sentir la confianza de un entrenador, José Mourinho, y recupera la ilusión por el fútbol. Solo hay que mirarle a los ojos. Bale se siente parte importante de un proyecto -algo que en el Madrid con Zidane no palpó jamás en las dos últimas temporadas- y disfruta incluso desde la grada. A Gareth no solo le gusta el golf. Bale tiene ganas de fútbol. Gareth está de vuelta.