Es lo que tiene el tiempo, que vuela y tú a sus lomos. Y llega el momento del aterrizaje forzoso, eso sí "con paracaídas" sonríe Fernández Úbeda. Érase una vez el día en que el calimocho empieza a saborearse en vez de engullirse, y entonces, te dices: hemos pasado de pantalla vital.
F. Úbeda es un mitómano confeso. En su altar, Jesús tenía que llamarse el poeta, no se reza, se recita a David Bowie, Leonard Cohen, Enrique Bunbury, Joaquín Sabina o Nick Cave. Se pasa de clásico este periodista con vergüenza ajena para escribir una novela pero no un poemario a base de sonetos. Es un tío raro. En estos tiempos de la máxima y ridícula exposición emocional, de striptease posmoderno casero, Fernández Úbeda se pone estrecho, en la métrica, e invoca a Quevedo y al oxímoron. Y le sale la verdad.