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Historia del himno. El novio de la muerte.

El que para muchos es el himno de la Legión, "El Novio de la Muerte", nació como cuplé en los años 20. Creada por Fidel Prado que, impresionado por las gestas de la Legión Española, Tercio de Extranjeros hasta 1925, compuso la letra donde el amor empuja a un hombre a buscar el olvido en el Tercio. Juan Costa puso la música. La estrenó Mercedes Fernández, más conocida como Lola Montes, en el teatro malagueño Vital Aza en julio de 1921. En ese concierto estaba la Duquesa de la Victoria, Doña María Eladia Fernández Espartero y Blanco, sobrina del General Espartero, que entusiasmada con el cuplé, pidió a la artista que la cantara en Melilla. Lola Montes lo canta el 30 y 31 de julio, 5 días después del desembarco de la Legión para defender la ciudad que hacia frente al Desastre de Annual. El fundador de la Legión, José Millán Astray y Terrenos escuchó la canción e hizo que se adaptara la partitura a una canción marcha. Desde entonces, el himno sigue acompañando a los Caballeros legionarios portando el Cristo clavado en la cruz en la Semana Santa Malagueña.

LETRA

Nadie en el Tercio sabía 
quien era aquel legionario 
tan audaz y temerario 
que se alistó en la Legión. 

Nadie sabía su historia, 
más la Legión suponía 
que un gran dolor le mordía 
como un lobo, el corazón. 

Más si alguno quien era le preguntaba 
con dolor y rudeza le contestaba: 

Soy un hombre a quien la suerte 
hirió con zarpa de fiera; 
soy un novio de la muerte 
que va a unirse en lazo fuerte 
con tal leal compañera. 

Cuando más rudo era el fuego 
y la pelea más fiera 
defendiendo su Bandera 
el legionario avanzó. 

Y sin temer al empuje 
del enemigo exaltado, 
supo morir como un bravo 
y la enseña rescató. 

Y al regar con su sangre la tierra ardiente, 
murmuró el legionario con voz doliente: 

Soy un hombre a quien la suerte 
hirió con zarpa de fiera; 
soy un novio de la muerte 
que va a unirse en lazo fuerte 
con tal leal compañera. 

Cuando, al fin le recogieron, 
entre su pecho encontraron 
una carta y un retrato 
de una divina mujer. 

Y aquella carta decía: 
"...si algún día Dios te llama 
para mi un puesto reclama 
que a buscarte pronto iré". 

Y en el último beso que le enviaba 
su postrer despedida le consagraba. 

Por ir a tu lado a verte 
mi más leal compañera, 
me hice novio de la muerte, 
la estreché con lazo fuerte 
y su amor fue mi ¡Bandera!

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